Para que esta parte del culto sea más aceptable a
Dios y de mayor provecho para ti y los demás, ten cuidado
en observar las siguientes instrucciones:
1. Canten todos. Procura reunirte con la
congregación tan frecuentemente como te sea posible. No
permitas que un poco de debilidad o cansancio te lo impida.
Si tal cosa es una cruz para ti, tómala, y descubrirás que es
una bendición.
2. Canta fuertemente y con vigor. No cantes como si
estuvieras medio muerto o medio dormido. Levanta tu voz
con fuerza. No tengas más temor de oír tu voz, ni más
vergüenza de ser oído ahora, que cuando cantabas los cantos
de Satanás.
3. Canta con modestia. No grites, como si quisieras
sobresalir o distinguirte del resto de la congregación, para
que no destruyas la armonía. Procuren todos unir sus voces
a las del resto de la congregación para producir un sonido
claro y melodioso.
4. Canta a tiempo. Cualquiera que sea el tiempo en
que se cante, procura guardarlo, no te adelantes ni te atrases;
sigue a las voces que guían y ve con su tiempo tanto como
te sea posible. No cantes muy despacio. El arrastrar el
tiempo es cosa natural en los vagos y ya es tiempo de que
esa costumbre desaparezca de entre nosotros y de que
cantemos todos nuestros himnos tal y como los cantábamos
al principio.
5. Sobre todo, canta espiritualmente. Piensa en Dios
en cada palabra que cantes. Que tu intención sea
La vida cristiana , complacerlo a él antes que a ti mismo o a cualquiera otra
criatura. Para lograr esto, pon mucha atención en el sentido
de lo que cantas y cuida de que tu corazón no se envuelva
demasiado con la melodía, sino ofrécelo a Dios
continuamente, para que tu canto sea tal que el Señor pueda
aprobarlo aquí y tú puedas recibir tu recompensa cuando
venga de su gloria en las nubes.