Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
(Hebreos 6:11-12)
La plena certeza de la fe se refiere al perdón presente; la plena certeza de la esperanza, a la gloria futura.
La primera es el grado supremo de la evidencia divina de que Dios se ha reconciliado «conmigo» en el Hijo amado; la segunda es el mismo grado de evidencia divina (operado en el alma por la misma inmediata
inspiración del Espíritu Santo) de perseverancia en la gracia y de gloria eterna.
Así, y no de otra manera, como la fe «contempla», a cada momento, «con el rostro descubierto», así la esperanza ve toda la eternidad.
Pero esta seguridad de la fe y de la esperanza no es una opinión, una simple declaración de la Escritura, sino que es dada en forma inmediata, directa, por el poder del Espíritu Santo, y nadie puede recibirla por otro, sino sólo por sí mismo.